El Nacimiento del Sol

The Birth of the Sun - Guadalupe González Ríos 1973

En un principio no había luz. Nuestros Antepasados, los Venados que tenían forma de gente, lograron descubrir el Fuego y enseguida apareció la Luna, pero no quedaron satisfechos con estas fuentes de luz. Para alcanzar su fin, los sabios venados-en-persona, sacrificaron a varios niños, ahogándolos en el agua, pero no lograban efectuar la transformación cósmica. En lugar de luz, aparecieron cuatro aves.

Aquí están figurados cuatro sabios venados-en-persona, que se fijaron por fin en un pobre niño (abajo en el centro), cuya cara estaba cubierta de granos. El niño de aspecto grotesco andaba constantemente jugando con su arco, tirando sus flechas contra un blanco que lanzaba en el aire y un pino. Notaron que nunca le fallaba su puntería y soñaron que el niño se transformaría en el Sol. Cuando le propusieron que se sacrificara, el niño se negó y le tuvieron que pegar con un palo (figura blanca delante del sabio, abajo a la izquierda), para que los acompañara al río (raya azul encima del cerrito donde jugaba el niño). En fin, el niño acepto su destino y se lanzó al agua para sacrificarse.

Duró cinco días viajando por el inframundo, hasta que empezó a ascender el Cerro Quemado del desierto sagrado de Wirikuta. En sus tres primeras etapas (marcadas en el picacho color café), empezaron a emanar

rayos de luz reflejados en el Cerro. Entonces emprendió su camino en el cielo; pero en la quinta etapa se detuvo su movimiento. Por más que quiso, no pudo elevarse encima de este nivel demasiado próximo a la tierra. Lloró por el sufrimiento de su sacrificio y por el dolor que padecían en la tierra los que resentían su terrible calor. Sus granos purulentos se desprenden de su cuerpo y, en el viento (rayas onduladas blancas), llegaran a la tierra. De ahí, de Nuestro Padre el Sol, vinieron las enfermedades de la piel, el sarampión y la viruela.

Entonces, instó a las criaturas de la tierra para que pronunciaran su nombre divino. Ansiosamente trataron de adivinarlo: primero el Antepasado que se convirtió en rata y, enseguida, falló el que sería el "tecolotillo" (abajo a la izquierda y a la derecha), pero mereció su esfuerzo que fuera el compañero vespertino del Sol. Tampoco acertó la chuparrosa (a la izquierda abajo), que se volvió el compañero diurno del Sol. El quinto se convirtió en hormiga, y en sus costumbres pudo guardar rasgos humanos (a la izquierda en medio). Por fin, el guajolote (arriba a la derecha) supo cuál era el verdadero nombre del Sol: "tau, tau, tau" gritó. Esto le mereció su collar y su intima relación con Nuestro Padre, el Sol naciente.

Enseguida los venados-en-persona sacrificaron una tortuga, recogiendo su sangre en una jícara (abajo a la izquierda), y lanzaron las gotas de su sangre al Sol con sus flechas emplumadas. Después de entregarle este alimento, uno de los sabios pudo elevar al Sol en el cielo hasta el nivel apropiado, alzándolo con sus astas (que eran flechas emplumadas).

El Sol, agradecido, reconstituyó la tortuga juntando y pegando los pedazos de su cuerpo; es por eso que su concha presenta un aspecto parchado.

Los juguetes del niño Sol quedaron en el lugar (abajo a la izquierda, entre el ratón y la chuparrosa), donde él vivió junto al fuego (el fuego humea en una vasija). Al lado de la mano derecha del Sol ascendente está un encino (blanco) que le sirvió de bastón en su viaje al cielo.

Explicación y traducción por Juan Negrín según la grabación con Guadalupe González Ríos
Fotografía y texto ©Juan Negrín 1973 -2018, Derechos digital e empresa reservados.       

Año de creación
1973
Material del objeto
Materiales y técnica
Hilo de lana prensado en cera de abeja pura sobre madera contrachapada con marco de madera
Dimensiones
Anchura
1.20m.
Altura
1.20m.
Profundidad
0.20m.